Atrás quedaron los tiempos en que la preocupación de los padres pasaba porque los niños se quedaran demasiadas horas como hipnotizados frente a la televisión.
Ya desde los años ochenta se sabía que más tiempo frente al televisor se traduce en menos paciencia y autocontrol emocional en los niños, peor desarrollo madurativo de la atención y mayores tasas de fracaso escolar. Pero en estos tiempos la tecnología evoluciona y nos invade con tanta rapidez que hoy miramos casi con nostalgia al problema que suponía la “caja boba”.
Niñeras digitales para la generación Z
Niños sentados a la mesa comiendo mientras miran una tableta, o con el teléfono móvil en una sala de espera, o inclusive en el parque, es una imagen muy cotidiana, y un poco triste…para que negarlo. Y es que se ven tranquilos y callados pero, ojo, también están aislados y pasivos.
No es cuestión de demonizar el entretenimiento digital. Pero cuando el uso de la tecnología pasa porque el niño esté más tiempo conectado que jugando presencialmente, leyendo un libro, haciendo actividades al aire libre o relacionándose con personas, corremos el riesgo de sustituir importantes estímulos para su desarrollo integral por el uso del móvil.
La voz de los expertos
Expertos en el tema, como los de la Academia Americana de Pediatría o la Sociedad Canadiense de Pediatría, nos ponen sobre aviso sobre el riesgo que corren los niños con el uso de estos dispositivos electrónicos.
Aunque para los padres es un tema polémico, ellos lo tienen muy claro. Los bebés de 0 a 2 años no deben tener contacto alguno con la tecnología; para los de 3 a 5 años, su uso debe ser restringido a una hora por día; de 6 a 18 años la restricción debería ser a 2 horas por día.
La atención es la ventana a través de la cual el niño se asoma al mundo que le rodea. Desarrollar la habilidad de controlar la atención y mantenerla en los estímulos útiles es sobre lo que se fundamenta el autocontrol y la capacidad para sobrellevar la frustración, requisitos necesarios hacia la maduración.
Atender al profesor mientras otro compañero molesta atrás; leer un libro en cualquier sitio abstrayéndose del entorno; conducir atentamente por una carretera aburrida, son situaciones de la vida que requieren la habilidad de dominar la atención y eliminar otros estímulos que nos distraen para persistir en nuestras metas hasta alcanzarlas.
Los dispositivos móviles y similares refuerzan en el niño la idea de que, cada vez que el cerebro debe esforzarse, concentrarse o esperar quieto, tiene permiso para evadirse con distracción pasiva.
¿Porqué quitarle el móvil a tu niño?
Porque la gran velocidad a la que se presentan los contenidos contribuye al déficit de atención, de memoria y concentración. Se habitúan a la sobre estimulación lo que afecta de manera muy perjudicial a la atención plena.
Porque afecta negativamente al desarrollo cerebral de los niños de 0 a 2 años. Resulta que una exposición excesiva se suele asociar con retraso de aprendizaje, déficit de atención y aumento de la impulsividad.
Porque los niños permanecen estáticos ante el móvil, y al limitarse su movimiento esto afecta al rendimiento académico y la atención. Es, además, la iniciación al sedentarismo que desencadena otros problemas como la obesidad infantil y subsecuentes problemas de diabetes.
Porque la depresión y ansiedad infantil, según comprueban algunos estudios, se asocian al uso excesivo de las nuevas tecnologías, lo mismo que otros problemas de conducta. El uso del móvil en chicos de 8 a 18 años, los separa de su entorno, de sus amigos y familiares como causa o efecto de la adicción que produce.
Este aislamiento limita el contacto físico con otras personas, socava su autoestima y los hace vulnerables no solo a los abusos físicos, sino también a ser víctimas o verdugos del bulling digital.
Porque la emisión de la radiación que producen los dispositivos móviles está calificada como de riesgo por la OMS, pues los niños son más sensibles a estos agentes.
Mi hijo no quiere ser un pringado sin móvil
Este es el argumento que más nos pesa a los padres, porque ¿quién quiere que su hijo sea el rarito de la clase?
Algunos nos sentimos más cómodos defendiendo una edad mínima, como los 12 años, para usar el primer móvil. Aunque es verdad que antes de los 16 años no suelen necesitarlo ni tienen la formación ni madurez necesaria para manejarlo.
En cualquier caso, entregar un móvil a un preadolescente debiera ser el resultado de una profunda reflexión, estableciendo unas normas y hacerlo con acompañamiento.
Un uso inicial, no antes de los 12 años, se puede plantear gradualmente, y de acuerdo a las necesidades reales y no digitales del niño. Por ejemplo, para ocasiones puntuales (como campamentos), por tiempo limitado (1 hora al día) o con la restricción del uso de datos (solo llamadas y mensajes de texto).
De entrada, hemos de convenir con nuestro hijo que el móvil es propiedad de los padres (¡que lo es!) y por tanto, tendremos acceso libre al dispositivo. Más que la supervisión, el acompañamiento es fundamental para que no se conviertan en huérfanos digitales.
Los valores que transmitimos con nuestro ejemplo de padres deben ser útiles a los niños, tanto para pasear por el parque, como para colgar un vídeo en internet.
Como nativos digitales, estos chicos han nacido sin ninguna otra referencia, pensando que el móvil y otros dispositivos electrónicos han convivido con nosotros toda la vida. Es por tanto indispensable que procuremos que el móvil no sea la única ventana a través de la cual se asomen al mundo.