La palabra trap proviene del inglés y tiene un doble significado. Por un lado significa trampa, pero también hace referencia al sitio donde se realizan los trapicheos de droga, y por extensión, todo lo que sucede en el entorno de quienes llevan esta forma de vida.
Se dice que la música trap se originó en Atlanta, Estados Unidos, hacia 1990 y que es una evolución del rap —otros dicen que es un subtipo de rap— surgida en esas esquinas y callejones, donde el camello es a la vez el rapero que cuenta historias de alijos, tiroteos, sobredosis y otras similares.
Algo pasa con el trap
Si hay algo que caracteriza a la música trap son el uso constante de subbajos, percusión y letras muy agresivas que hacen referencia explícita al sexo, la violencia y el consumo de drogas.
El trap adoptó su apellido “latino” principalmente con raperos y cantantes de trap de Puerto Rico. Y fue en 2015 cuando empezó a tomar popularidad en dicha región gracias a la nueva generación de artistas urbanos de Puerto Rico, Colombia, República Dominicana, Argentina y Venezuela.
¿Mensajes de dudosa positividad o apología de machismo y violencia?
Es verdad que el Hip Hop no es muy alegre ya que surgió de las peores condiciones sociales que se pueden concebir en un país desarrollado. Pero el trap lleva esto a un nuevo nivel, exaltando ambientes oscuros y brumosos, abrazando y regodeándose en la situación cotidiana de pandillas de los barrios más pobres.
8.000 millones de reproducciones acumuladas aseguran que las letras de los videos de YouTube que cuelga el cantante de trap Bad Bunny sean coreadas por muchos niños y jóvenes. Letras como “a mí me gustan los más grandes – que no me quepa en la boca”, o “si antes yo era hijueputa ahora soy peor” se cuelan por el móvil en las vidas de chicos en edad escolar.
El canto de una (de)generación
¿Qué es lo que ha cambiado con la llegada del trap? Que lo practican bastantes artistas que cantan en castellano y el público mayoritario lo puede entender (corear, interiorizar). Segundo, que el concepto de tribu urbana se ha desdibujado con el acceso a cualquier tipo de música a través de internet y por lo tanto este género musical no es exclusivo de ninguna subcultura.
Muchos cantantes de trap se han consolidado por su cuenta a través de Youtube y al margen de la industria discográfica que últimamente consigue ficharlos. Las letras y los vídeos de música trap destilan una hipermasculinidad producto de entornos machistas, de la lógica del gángster, la cosificación de la mujer y la homofobia. El sexismo es tan descarado que alarma.
“Agárrala, pégala, azótala” canta Trebol Clan, que exalta la figura del macho barriocéntrico a través de la violencia sexual. “Tu coño es mi droga./ Me chupa la polla hasta que se ahoga”, cantan los Pxxr Gvng, de cosecha nacional. “Y es que yo quiero la combi completa. ¡Qué! Chocha, culo y teta”, canta Daddy Yankee desde los territorios de Donald Trump.
La polémica con este tipo de música o, más específicamente, con sus letras van más allá, como ilustra la petición multitudinaria en Change.org para la retirada de Cuatro babys, de Maluma.
«El machismo es un tema muy serio y no podemos dejar que estos energúmenos canten esto a los chavales», escribió en su cuenta de Twitter el músico Iván Ferreiro.