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Vivir el Carnaval y crear distintos roles a lo largo del año es posible saliendo de la temporalidad

Cuando vivir la vida forma parte de un juego, uno se permite salir de la fecha de celebración y adaptarse a distintas experiencias cotidianas sin disfraz.

El mundo de los niños es tan rico en sabiduría que a menudo nos invita a recordar lo que ellos viven desde la sencillez, y los adultos nos “forzamos” a experimentar.

Ellos son capaces de imitar la realidad que los rodea y a través de sus acciones la vivencian, la repiten una y otra vez, reviviendo hasta dotarlo de un significado real para ellos, y entonces, están listos para pasar a otra cosa.

En la infancia todo es un juego ¿qué nos pasa de adultos para perder esta capacidad innata? Cuando un niño tiene la opción de jugar libre y espontáneamente, entra en un ambiente imaginario como reflejo de su propia realidad, y se permite ser distintas personalidades en función de lo que haga en ese momento. No requiere de disfraces, ni máscaras, simplemente se “mete en la piel de lo que vive en cada instante”. Así, un rato es una mamá, un doctor, y luego un cocinero, a la vez saca sus brazos estirados y dice que siente como vuela.

Entonces cabe reflexionar sobre si es el carnaval una idea adulta o surge del mundo infantil

Las distintas tradiciones y culturas van definiendo los parámetros propios de sus ritos y festejos, quizás más por el hecho de celebrar y retomar alegría en los ciudadanos que por tener un objetivo claro y definido de dicha fiesta.

Los adultos necesitamos de esos momentos de “excusa” para reconectar con nuestra esencia infantil y permitir que “todo valga”, sin más.

Dos momentos claves para entender estas líneas, nos sitúan en distinguir la infancia desde el nacimiento a los seis años y lo que ocurre a partir de la etapa de educación primaria hasta la vida adulta.

Todo lo que vivimos desde la apariencia (los disfraces) no pertenece realmente al primer septenio vital, pues su impulso nace desde otra inocencia y mirada. Pero sí los envuelve en un ambiente que los va empujando a vivir de esa forma —aunque no surge de sus necesidades ni intereses lo hacen por su cualidad de aprender la vida imitando—.

Desde la primaria, los niños empiezan un camino de exponerse y mostrar al mundo también lo que para ellos es importante, y ahí surge de su interior una necesidad y gusto por los disfraces.

Y de nuevo, en la edad adulta, surge otro tipo de máscara o disfraz, aunque no tenga una apariencia estética determinada y sea sólo apreciado a través de nuestros comportamientos y reacciones.

La misma fiesta se celebra diferente en la casa y en la escuela

A menudo en las escuelas se celebra el carnaval con los niños de etapa maternal, y suele ocurrir que las mamás y papás sufren de un cierto estrés por sacar un hueco y elaborar el traje, o incluso gastar y buscar un disfraz ya hecho en una tienda. Como padres, madres y maestros, aprender a reflexionar antes de hacer, es un exámen superado con nota e incluso respetar la libertad de las familias de poder decidir si eso es lo que quieren o no.

Es hermoso poder dejar que cada uno sienta cómo acercar este tipo de celebraciones desde una mirada respetuosa hacia la infancia, en vez de reproducir lo que a nivel social se da por echo que hemos de hacer.

Y como suelo decir en otros artículos —véase el artículo sobre navidad—, todo lo que podamos hacer con los niños participando en crear y en compartir nuestro tiempo, dota de significado extra la tarea.

Es una propuesta personal invitar a las familias a elaborar con los niños cosas sencillas que les envuelvan en un ambiente de fiesta actívamente, sin caer en excesos y materiales que también son dañinos de alguna forma para el medio ambiente y recuperando ese fantástico arte de reciclaje donde además vamos contribuyendo a crear una mente y mirada de cuidado hacia la Tierra en vez de aislar las celebraciones humanas del sostén vital del medio ambiente.

“Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo, que lo que otros opinen de ti”

Séneca

El otro lado de las fiestas del carnaval

Nos invitan a crear, a ser originales, a inventar y todo esto a nivel neurológico es estupendo, pues activa nuestra inteligencia más creativa. Incluso nuestra parte más lingüística se despierta, como es el caso de las “chirigotas” y otros carnavales donde se valora el arte de la palabra y la sonoridad musical con las rimas.

“Qué bella la mente humana que se llena de ideas y se sirve de las manos para crear de forma visible lo que sólo existía en un plano etéreo”

Alicia Gobernado

Gracias a la diversidad cultural, podemos participar de tantas formas de disfrutar y sentirnos parte de una globalidad, bien como turistas bien como participantes de desfiles, chirigotas, etc. Y ampliar la mirada de cada región sin caer en los excesos, espectáculo de colores, sonidos y alegrías.

Se trata de obtener un aprendizaje consciente para mantener la alegría y el festejo interior incluso fuera de fecha. Ese es el gran reto, consiguiendo salir de la temporalidad marcada y permitiéndonos ser lo que en cada momento queremos ser, sin disfraz, como los niños, un juego.

Feliz carnaval a tod@s!!!!