Intolerancia a la lactosa

Si no eres capaz de digerir, sin molestias, un vaso de leche al día, es posible que seas intolerante a la lactosa. La intolerancia a la lactosa no es una enfermedad sino una condición que no es infrecuente en adultos europeos mayores de 20 años.

La lactosa es el azúcar de la leche que también puede estar presente en una gran cantidad de alimentos procesados. Para que el cuerpo humano pueda absorber la lactosa normalmente genera una enzima, la lactasa, que permite su desdoble y total asimilación.

Cuando una persona no es capaz de generar la enzima de lactasa, no puede digerir correctamente los alimentos con lactosa, produciéndose entonces una serie de desórdenes digestivos.

La intolerancia a la lactosa puede ser congénita cuando se manifiesta desde el nacimiento, o bien, puede ser desarrollada en la edad adulta. Se dice entonces que la intolerancia a la lactosa es primaria cuando la su aparición se debe a una deficiencia de la enzima de lactasa sin más. Pero también puede ser una intolerancia a la lactosa secundaria cuando es consecuencia de una enfermedad subyacente.

La lactasa o la enzima de la adaptación

La lactasa es una enzima producto de una adaptación evolutiva del ser humano. En la prehistoria los humanos no consumían leche más allá del periodo de lactancia, así que unos años después del destete, todos dejaban de segregar lactasa. Con el inicio de los asentamientos humanos y la cría de ganado (hace unos 10.000 años), la leche de origen animal empezó a consumirse durante toda la vida. Por esta razón, quienes volvieron a generar la enzima de lactasa se adaptaron mejor, evolucionaron y prevalecieron sobre aquellos que no lo hicieron.

Esta mutación genética que permite generar lactasa durante toda la vida está más presente en la raza caucásica, donde se dan menos casos de intolerancia a la lactosa. Y, sin embargo, los asiáticos y africanos la padecen con mayor frecuencia.

Pon atención a los síntomas

La intolerancia a la lactosa no es peligrosa, pero las molestias que produce incluyen flatulencias, cólicos o retortijones, hinchazón abdominal, incluso náuseas, estreñimiento o diarrea.

Los síntomas de la intolerancia a la lactosa se presentan frecuentemente de 30 minutos a 2 horas después de consumir productos lácteos y pueden ser peores cuando se consumen grandes cantidades.

Aun así, estos síntomas pueden ser producto de una enfermedad subyacente que afecta al intestino delgado y como consecuencia también produce intolerancia a la lactosa (o deficiencia secundaria a la lactasa).

Es función del médico diagnosticar esto haciendo las pruebas correspondientes, pues tratando la enfermedad subyacente mejoran y hasta desaparecen los síntomas de la intolerancia a la lactosa.

¿Qué precauciones debes tomar si eres intolerante a la lactosa?

La intolerancia a la lactosa no se puede prevenir, pero sí se pueden evitar los síntomas controlando la ingestión de alimentos con lactosa.

El consumo de productos lácteos por parte de personas con intolerancia a la lactosa no daña el tracto gastrointestinal, únicamente produce síntomas transitorios y sólo cuando se sobrepasa una determinada cantidad de lactosa en una sola toma, que suele ser en torno a los 12 gramos.

Aún así, a quienes tienen intolerancia a la lactosa no se recomienda erradicar la ingesta de lácteos, porque son una muy importante fuente de Calcio y vitamina B. En todo caso, ir descubriendo, mediante ensayo-error, la cantidad que se puede ingerir sin presentar síntomas.

Con los alimentos procesados, incluso medicamentos, hay que ser precavidos pues muchos contienen lactosa. Al no estar atentos a las etiquetas se puede ingerir más cantidad de la que toleramos con la correspondiente aparición de los desagradables síntomas.