El uso de la lengua forma parte de la identidad cultural y como hablamos las personas provoca cambios en el diccionario, nuevos términos o nuevas acepciones de palabras que ya estaban incluidas.
El lenguaje no es algo inmóvil por lo tanto con el paso del tiempo y de distintas situaciones históricas evoluciona y cambia adaptándose al uso que se hace de él en determinados contextos. Es probable que recuerdes cuando la Real Academia de la Lengua Española (RAE) decidió incluir la palabra amigovio en el diccionario.
Lenguaje sexista, masculino genérico
El español distingue entre masculino y femenino y otorga género a objetos que nada tienen que ver con ello. Así, libreta se considera femenino y ordenador masculino. Pero, ¿qué relación tienen estos objetos con lo masculino o con lo femenino? Ninguna, absolutamente ninguna.
Según el Diccionario panhispánico de dudas el pronombre átono «lo» es una forma neutra por lo que no designa ni femenino ni masculino. Por ejemplo “lo bueno”, “lo justo”, “lo sencillo”… Esto se extiende a los artículos, demostrativos, etc. Pero no encontraremos sustantivos o adjetivos de esta categoría —neutra— como sí sucede en otras lenguas.
No es nada nuevo que las formas en masculino y femenino sean limitadas y que no incluya a esas personas que no se identifican con el género binario, es decir, que no se sienten ni mujeres ni hombres. De igual forma que tampoco es ninguna novedad que para referirnos a colectivos lo hacemos con el masculino genérico.
Un ejemplo sencillo es el “nosotros”. Estás con tu grupo de amigos —chicos y chicas— y se habla de “nosotros” de forma genérica y no de “nosotras”. Por ello, se entiende que se hace un uso sexista del lenguaje. Otro ejemplo del masculino genérico es la utilización de “hombre” como ser humano.
Mientras que el género masculino sirve para designar a hombres y también a colectivos sin distinción de sexo —género no marcado—, el género femenino es lo que se denomina como género marcado ya que sólo sirve para designar en femenino o así lo establece la RAE: “Es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones”.
Existen muchas formas para evitar el uso del masculino genérico y el lenguaje sexista, aquí puedes consultar diferentes guías lingüísticas que favorecen el lenguaje inclusivo.
Todas y todos
Es así como se empezó a incluir el desdoblamiento —todas y todos— para hacer un poco más inclusivo el lenguaje y no imponer la utilización del masculino como forma genérica.
Esta utilización de dos palabras para designar ambos sexos, que sigue siendo excluyente, no gustó mucho a la RAE: “Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico […] La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje”.
Tod@s
Más tarde, por cuestiones de economía lingüística, llegó la «@» para englobar ambos géneros como por ejemplo tod@s pero aún así, al leerlo hacíamos el desdoblamiento en todos y todas. Esta forma seguía haciendo referencia únicamente al género binario, a la dualidad masculino-femenino. Volviendo así a reducir las palabras a dos géneros cuando la realidad nos demuestra que la identidad de género no se limita a la cisnormatividad —coincidencia entre identidad de género y sexo biológico—.
Todxs
Esa necesidad de hacer el lenguaje más inclusivo llevó hasta el famoso “todxs” muy utilizado por colectivos activistas para eliminar los géneros en las palabras, pero que quizás por su dificultad en la pronunciación dejó paso a “todes”, una propuesta pronunciable y que alude al género neutro, evitando las controversias del binarismo e incluyendo así a cualquier persona no solo hombres y mujeres.
Todes
La llegada de “todes” ha desbordado a los académicos creando varias posturas, unas a favor y otras, completamente en contra, tachando esta alternativa como descabellada e insensata que va a contracorriente de lo que marca la lingüística que rige nuestro idioma y sin posibilidad, de momento, de incluir la utilización de la «e» para establecer un género neutro.
La realidad va más allá de la gramática y aunque la RAE se oponga a la utilización de distintas formas que abarquen los cambios en el lenguaje que en la sociedad se producen, lo cierto es que cada vez vemos en más lugares sobre todo redes sociales y medios concienciados las nuevas fórmulas lingüísticas inclusivas.
Al final las palabras pertenecen a las personas que las utilizan y si surgen nuevas realidades que contar pero aún no existen términos que las designen se crearán por los hablantes aunque la RAE no las recoja en sus normas de uso.