Volvemos a la recóndita región del Cáucaso, a caballo entre Europa y Asia. En este caso, a Azerbaiyán, conocido como la tierra del fuego. Se trata de un país estrechamente ligado a este elemento, dado que en sus entrañas alberga importantes reservas de petróleo y gas natural. Fronterizo con Rusia, Armenia, Georgia e Irán, también se halla bañado por las aguas del mar Caspio.
Viajar a Azerbaiyán supone adentrarse en un destino de tradición musulmana, pero que en sus orígenes estuvo rendido al zoroastrismo, antiquísima religión que rendía culto al fuego. De ahí que, en pleno siglo XXI, nos topemos con un país que, en ocasiones, nos remite a un pasado de lo más intrigante y, en otras, nos sorprende con una faceta más contemporánea.
¿Estás preparado para descubrir montañas en llamas, volcanes de lodo, poblaciones que luchan por mantener sus tradiciones a más de 2.000 metros de altitud y una capital que bien podría convertirse en la próxima Dubái? Azerbaiyán nos espera a más de 5.600 km.
1. Bakú, la flamante capital
Bakú es una ciudad que no te esperas, especialmente cuando te animas a aventurarte a esta parte del mundo. El centro de la capital azerbaiyana bien podría ser el de cualquier urbe europea. Avenidas grandes y bien cuidadas, tiendas de moda, restaurantes de lo más chic y rascacielos a medio construir. Pero hay que ahondar un poco para descubrir la esencia de Bakú.
Viajar a Azerbaiyán y, especialmente a su capital, te permitirá nadar en las peculiares aguas del mar Caspio. Debido a la riqueza energética de este nuevo destino, te espera un baño con vistas a las bombas extractoras de petróleo, aunque esto forma parte de su encanto. Pero, quizás, lo que más llama la atención de la urbe son las Flame Towers, tres rascacielos con forma ondulada que, en cuanto cae la noche, se iluminan y parecen arder.
No te olvides de que estás en la tierra del fuego. Bakú tampoco se entiende sin su curioso Museo de la Alfombra (el primero del mundo en su tipo), sin la parte vieja o Icheri Sheher o sin el espectacular Centro Heydar Aliyev, de suaves formas ondulantes.
2. Yanar Dag: la montaña que no para de arder
A escasos 20 km de Bakú se erige uno de los sitios más impactantes no solo de Azerbaiyán, sino probablemente del mundo. Yanar Dag puede traducirse como “Montaña de fuego” y es precisamente eso: una montaña en llamas permanentemente. No importa si llueve o hay un vendaval, el gas natural que despiden los poros de las rocas se encarga de mantener las llamas vivas.
3. Templo de Ateshgah
Tampoco hace falta alejarse mucho de Bakú para adentrarse en Ateshgah, un templo de fuego que nos recuerda el pasado zoroastra de Azerbaiyán. Este complejo data del siglo XVII y fue en realidad construido por mercaderes originarios de la India que también rendían culto al fuego. Como ocurre con Yanar Dag, la llama del templo principal también emerge de la tierra de manera natural debido a los depósitos de gas.
4. Volcanes de lodo
Las reservas de gas de Azerbaiyán son las responsables de otro de los rincones más interesantes: los volcanes de lodo. Se trata de un terreno en el que centenares de estas formaciones se encargan de presentar un paisaje de lo más pintoresco. Un dato curioso es que alrededor de la mitad de los volcanes de lodo en el mundo se localizan en el país caucásico. Por lo general, presentan cráteres de pequeñísimo tamaño, si bien, en los mayores, hay quienes se atreven a bañarse. El lodo no es caliente, sino más bien todo lo contrario.
5. Sheki: parada en la mítica Ruta de la Seda
Si vas a viajar a Azerbaiyán, una de las paradas que no pueden faltar en tu ruta es Sheki, un pueblecito muy próximo a la frontera con Georgia. En otros tiempos, fue parte de la mítica Ruta de la Seda, tal y como puede reflejarse en los caravanserais, especie de albergues donde los comerciantes pasaban la noche junto a sus animales. Si vas a Sheki, no puedes dejar de probar el halva, el dulce por excelencia del lugar, y el piti, un cocido madrileño azerbaiyano que está para chuparse los dedos.
6. Khinalig, el pueblo más alto de Azerbaiyán
Con más de 2.200 m de altitud, Khinalig ha estado a punto de convertirse en el asentamiento humano más alto no solo de Azerbaiyán, sino de Europa, pero otra población de la vecina Georgia (Ushguli) le quitó finalmente el puesto. Visitar Khinalig es como viajar en el tiempo. Sus alrededor de 3.000 habitantes hablan su propia lengua y hasta el año 2006 (cuando construyeron una nueva carretera) se encontraban bastante aislados.
7. Lahij, el mejor lugar para comprar artesanías
Hay quienes sostienen que Lahij es solo una calle y puede que tengan razón. Eso sí, ¡es una calle llena de encanto! Lahij es un pueblo de artesanos, el mejor sitio donde adquirir alfombras, antigüedades, pieles o fulares de seda. Sus calles empedradas y atmósfera rural contribuyen a hacer de este lugar uno de los imperdibles en todo viaje a Azerbaiyán.